jueves, 7 de febrero de 2008

No mires caer la lluvia.


Ángela Rosas

Estoy sola. Me entretengo en mirar la tarde gris por la ventana. Las nubes se revientan. En el vidrio empañado las gotas resbalan.Anochece. El foco amarillento que trata de iluminar la cuadra desde la esquina, se rinde.Se escucha un trueno ensordecedor. El rayo ilumina a dos hombres que pelean, son gordos y pesados. Sus siluetas se funden. Uno de ellos grita, luego cae. El otro salta encima. Le da varios golpes. Algo brilla en su mano. El de abajo emite ruidos semejantes a los que hizo un cerdo que vi degollar. No puedo evitar lanzar un grito. El hombre voltea hacia mí en el momento en que otro relámpago nos ilumina. Sólo nos separa el alfeizar de la ventana. Nos miramos. Su nariz ocupa gran parte de su cara redonda. Su boca se cierra con un gesto de odio. Sus ojillos como dos rendijas negras, analizan mi rostro. Me quedo paralizada, la puerta de la casa nunca ha sido muy segura. De nuevo se hace la oscuridad. La lluvia arrecia. Cuando la calle se ilumina con un nuevo resplandor, sólo yace en ella el hombre cubierto de sangre deslavada. Me pongo a esperar.

El pez por su boca muere

Me citaste en este restaurante, a las siete. Llego con el vestido azul que te gusta porque me entalla bien. Estoy segura de que has decidido proponerme que nos casemos. Un día dijiste que te gustaría hacerlo mientras Ernesto toca al piano nuestra canción. Hoy es el gran día. Me imagino entre tus brazos en un guión sin puntuaciones. Nuestra casa convertida en enjambre de besos inventados. Me duele la impaciencia. Llegas tarde. Te disculpas con la voz grave que empleas cuando algo está mal. Lo comprendo al ver tu nerviosismo. No necesitas palabras. Has venido a romper conmigo. Me enfurezco. Te digo, que no te quiero, que sólo el interés me une a ti, que prefiero al taxista con el que me viste. Él sí sabe hacer el amor, miento, quiero herir. Tú callas. Nos paramos para irnos, cuando descubro en tu mano una caja pequeña. ¿Qué es?, pregunto. Te la quito, la abro. Me la arrebatas y te vas. Alcanzo a ver dentro el anillo con un brillante solitario.

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