Alfonso Peña Raigoza
XVIII
¿Te acuerdas de aquel árbol de plomo,
triste
o de una memoria de pura memoria?
Pues no, yo no.
¿Y te acuerdas de cuando paseábamos
como dos despreciables animales?
Pues yo no, yo no era.
¿Te acuerdas del amor de cuerpo
que luego me enseñaste muerto todo?
Pues yo tampoco.
La cárcel es esta bata blanca y calcetines verdes.
Luz de los dientes, pájaros del todo, astutos como
dardos valientes teñidos de labios
que escapan por la herida asesina.
Quedarse en la orla boluda del ostión tan limoneado
que es esta pasadera de cosas.
Ahh, yo no sé sino ver.
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